martes, 6 de mayo de 2014

Netzahualcóyotl Bustamante Santín, Secretario de Migrantes, gobierno de Guerrero (PRD)

Guerrerenses en Nueva York En la jerga académica, los estudiosos de la migración denominan tradicionales a las migraciones de aquellas entidades que tuvieron presencia en Estados Unidos desde 1900 como Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán. Lo que significa que desde hace por lo menos un siglo, esos estados sentaron sus reales y mantienen raíces muy profundas con el vecino país. La añeja presencia de migrantes allá, ha obligado a entidades como Zacatecas a referirse en su Constitución a la binacionalidad (artículos 12 y 13). En cambio, se denominan emergentes a fenómenos migratorios como el de Guerrero cuya salida gradual de hombres y mujeres comenzó a partir de 1970, no obstante que muchos guerrerenses formaron parte del contingente de mexicanos que laboró en Estados Unidos como parte del programa Bracero que atrajo mano de obra y jornaleros entre 1942 y 1964. Históricamente, las rutas migratorias de los guerrerenses hacia Estados Unidos tenían como destino final Chicago y su área metropolitana (donde se concentran oriundos de la Zona Norte), el sur de California (desde San Diego hasta Los Ángeles donde viven originarios de Acapulco, Costa Chica y Tierra Caliente) y Texas (Houston y Dallas con paisanos de la Zona Norte y Tierra Caliente, respectivamente). Después de los setenta, otro momento importante de la emigración guerrerense hacia Estados Unidos ocurre entre 1995 y 2005. En el último quinquenio del siglo XX se establecen nuevas rutas migratorias que tienen como destino Atlanta (con fuerte presencia de acapulqueños y sanmarqueños), Raleigh y Charlotte en Carolina del Norte y Nueva York a donde se hacen presentes migrantes de la Montaña. Debido a que Chicago y California eran los destinos tradicionales de la migración guerrerense, durante años los ojos y la atención de las dependencias gubernamentales en nuestro estado se orientaron únicamente hacia esos territorios descuidando a una importante población de paisanos concentrados en otras ciudades y estados. En Estados Unidos el conjunto de los mexicanos viven realidades muy distintas dependiendo del territorio donde radiquen. Mientras que el estado de Illinois es el santuario de los migrantes no sólo porque existe una política de reconocimiento y tolerancia hacia ellos que les permitirá contar con licencias de conducir a partir del próximo noviembre por un decreto del gobernador Pat Quinn, y de que a partir del 2015 en California también podrán contar con ese valioso documento todos aquellos que lo soliciten sin importar su estatus migratorio, en el estado de Georgia esa realidad contrasta significativamente. En Atlanta por ejemplo, los migrantes guerrerenses no pueden reunirse masivamente más que al interior de una iglesia que los protege y que tiene un acuerdo con la policía para que ésta no se acerque al lugar. De otra manera, llegarían los agentes, detendrían a los migrantes y los pondrían a disposición de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) para ser deportados inmediatamente. Adicionalmente, el estado de Georgia (que fue el feudo de la esclavitud negra en el siglo XIX) en el colmo de la ilegalidad no acepta el pasaporte mexicano como documento de identificación de nuestros connacionales por una disposición del Congreso estatal, contraviniendo flagrantemente la Convención de Viena que obliga a los Estados Nación a reconocer ese documento como parte del derecho internacional y el libre movimiento de las personas. Ni qué decir de Arizona (cuya ley SB1070 acaba de ser sepultada por la Suprema Corte estadunidense) donde existe el mayor número de mexicanos en el patíbulo de la muerte o cuyo sheriff de Maricopa, Joe Arpaio, mantiene encendidos los ánimos de los sectores más radicales en contra de los migrantes. El fantasma de la deportación ha aterrado a todos los migrantes, pues pueden ser repatriados sin importar que cuenten con hijos nacidos en ese país y aún cuando vivan allá desde hace una década o más. Ese entorno angustia y agobia a los migrantes guerrerenses que encima de ello no tenían un vínculo con instituciones del estado para procesar y acercar sus demandas… mas si se toma en cuenta que son hablantes de lenguas indígenas. Visibilizar e identificar a las nuevas poblaciones de migrantes guerrerenses en Estados Unidos y las nuevas rutas migratorias, se asume como el principal reto de instituciones académicas y de gobierno en Guerrero. Dante Gómez, quien fungió durante 16 años como cónsul en Chicago y Nueva York y que es originario de Acapulco, elaboró un estudio denominado Guerrerenses en Nueva York en el que destaca la velocidad a la que crece la población de oriundos de la Montaña en esa metrópoli. El ahora consultor sostiene que “los guerrerenses en NY constituyen una desafiante paradoja social pues en la que es considerada la ciudad más cara de EU y la sexta más cara del mundo, se concentra la mayor parte de los migrantes del estado de Guerrero, un alto porcentaje de ellos hablantes de lenguas indígenas provenientes de la Montaña región en donde se encuentran varios de los municipios más pobres de México”. Nueva York y los vecinos estados de Nueva Jersey y Connecticut conforman un territorio conocido como el área triestatal. De acuerdo con estadísticas del Consulado General de México en NY en las que basan su estudio Gómez y su colega Alejandro Andrade, del total de mexicanos que viven en esa ciudad los guerrerenses ocupan el asombroso segundo lugar con 12 por ciento, solo después de los poblanos (cuya presencia data de más de 40 años ahí), con 46 por ciento. La migración poblana igual que la de Guerrero también es emergente. A escala regional, en la llamada área triestatal los originarios de Guerrero ocupan el tercer lugar con 10 por ciento antecedidos por Oaxaca con 12 por ciento y Puebla con 43%. No es casual que eso ocurra. La región de la mixteca la conforman justamente los estados de Oaxaca, Puebla y Guerrero, de ahí que exista una tendencia natural de migrantes de esa área geográfica a seguirse unos a otros y establecerse en un solo lugar. Según Gómez y Andrade, en el área triestatal radican guerrerenses mayoritariamente de la Montaña (73%); Acapulco (7%); Costa Chica (7%) y 13% restante proviene de las otras regiones. Los municipios de la Montaña de donde migraron los paisanos que viven en NY son Tlapa, Xochihuehuetlán, Huamuxtitlán, Xalpatláhuac, Alcozauca, Alpoyeca, Olinalá, Malinaltepec y Copanatoyac. Esos nueve municipios reúnen al 70 por ciento de todos los migrantes guerrerenses en el área triestatal. Por estado de residencia, en Nueva York vive el 81 por ciento de los guerrerenses, Nueva Jersey 17 por ciento y Connecticut 2%. En NY viven en dos condados, El Bronx y Manhattan (East Harlem). Para su estudio, Gómez y Andrade efectuaron una serie de encuestas a mil 200 personas hablantes y no hablantes de lenguas indígenas. Se supo que el 83 por ciento de los guerrerenses que viven en NY hablan una lengua indígena entre el mixteco, náhuatl y tlapaneco. Las actividades económicas donde se emplean los guerrerenses se asocian al sector servicios principalmente como auxiliares de cocina y repartidores de alimentos, así como en la construcción y la jardinería. De acuerdo con la investigación, en cuanto al origen nacional, los mexicanos en NY constituyen el grupo migratorio de más reciente arribo y de más rápido crecimiento, pero son también quienes presentan mayores desventajas e inequidades. En la llamada ciudad de los rascacielos los mexicanos ganan un promedio anual de 20 mil 800 dólares, mientras que el resto de latinos ganan 32 mil (los puertorriqueños ganan 39 mil dólares en promedio anual en NY y los dominicanos 26 mil). En el rubro de educación, 49 por ciento de la comunidad mexicana no cuenta con certificado de high school o preparatoria mexicana y apenas un 7 por ciento termina la universidad. En cuanto a salud casi 40% de los mexicanos no tiene cobertura de seguro médico. En el bajo Manhattan en Nueva York, en pleno distrito financiero o en el barrio italiano se pueden encontrar guerrerenses laborando en restaurantes quienes primero, afirman ser de Guerrero, luego de Tlapa y cuando se les pregunta en detalle refieren su comunidad o municipio de origen. La mayoría de los originarios de la Montaña son jóvenes, migran solos, sin esposa o familia a Estados Unidos. Si se toma en cuenta que es reciente la diáspora indígena guerrerense pues llegaron en promedio hace unos 15 años, asombra el crecimiento exponencial de los migrantes de nuestro estado respecto a los oaxaqueños, pues se han consolidado como el grupo con mayor presencia numérica en la ciudad de los rascacielos debajo de los poblanos. La capacidad de adaptarse a una urbe que tiene un costo de vida altísimo y climas extremosos especialmente en el invierno, con la complejidad del idioma pues hablan su lengua materna, sólo demuestra que los migrantes indígenas guerrerenses tienen una férrea voluntad y mística por sobrevivir y por alcanzar mejores estadios de bienestar y desarrollo personal y colectivo que en su estado no pudieron encontrar.

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