miércoles, 27 de julio de 2011

RELATOR CIDH OEA EN MEXICO

Presentan información sobre jornaleros agrícolas al relator sobre trabajadores migrantes
tweetmeme_url = 'http://cencos.org/node/27305'; tweetmeme_source = '@cencos'; Difusión Cencos México D.F., 26 de julio de 2011

Boletín de Prensa
Tlachinollan

En el marco de la visita oficial que del 25 al 2 de agosto lleva a cabo el Relator sobre los Derechos de los Trabajadores Migratorios y Miembros de sus Familias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan presentó al relator información sobre la situación de vulnerabilidad en que se encuentran los jornaleros y jornaleras agrícolas que cada temporada salen de sus comunidades en busca de trabajo. Durante la reunión que sostuvo el relator Felipe González con organizaciones de la sociedad civil Tlachinollan reiteró la necesidad de crear líneas de trabajo que permitan visibilizar la situación de los jornaleros y jornaleras agrícolas en nuestro país.

Dado que los jornaleros agrícolas migrantes internos en nuestro país enfrentan situaciones similares a las que se enfrentan los migrantes centroamericanos que ingresan a México, Tlachinollan reitera la necesidad de que la relatoría integre dentro de su informe las recomendaciones pertinentes al Estado mexicano para terminar con la violación a los derechos humanos de miles de jornaleras y jornaleros que cada temporada trabajan en los campos agrícolas de México.

Escucha la declaración de Margarita Nemecio, Coordinadora del Área de Migrantes del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.

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Jornaleros Agricolas

Migrar o morir es el único camino que se le ha dejado a los pueblos indígenas de Guerrero, ante el retiro del Estado del campo y la negativa de las autoridades para asumir el compromiso de promover y defender los derechos de los pueblos indígenas como una exigencia constitucional.

Desde la época colonial, los gobiernos en turno se han encargado de saquear las riquezas de los pueblos indígenas, de privatizar sus territorios y de esclavizar a sus pobladores. Los códices coloniales nos muestran los métodos de sojuzgamiento y tortura que implantaron los conquistadores; el pago obligado de altos tributos en especie y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo indígena, que se transformaron en los pilares de la economía novo hispana. Esta política etnocida diezmó enormemente a la población indígena que se vio obligada a refugiarse en lo más alto de las montañas, para liberarse del yugo explotador.

Desde aquella época hasta los umbrales de este siglo XXI las condiciones de explotación, saqueo, privatización de sus territorios y pobreza extrema, se mantienen intactas. Las estadísticas lo delatan cuando señalan a Metlatónoc como el municipio mas pobre del país y del mundo comparado con Malawi. Diez de estos municipios se encuentran dentro de los cien más pobres del país. El analfabetismo llega al 70% en el municipio de Metlatónoc, donde sus habitantes sobreviven con 500 kilos de maíz durante 4 meses, situación que los obliga a salir de su región para enrolarse como jornalero agrícola o sucumbir en la tentación de sembrar enervantes.

Ante el hambre que los acosa cotidianamente, las familias indígenas se ven obligadas a salir de La Montaña para encontrar en los surcos ajenos de las agroindustrias un ingreso magro para mal comer durante los meses en que se desempeñan como jornaleros agrícolas en los campos de Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Sonora y Baja California.

En La Montaña es imposible poder vivir dignamente con la siembra del tlacolol, es difícil pensar que las madres indígenas estén en plenas condiciones físicas y nutricionales para procrear a sus hijos. La realidad que se sufre en silencio es el alto índice de mortalidad materna y un gran número de niños con desnutrición severa, que forman parte de las estadísticas del etnocidio invisible que se vive en La Montaña. Bajo estas condiciones es inviable el hecho de que los niños y niñas puedan dedicarse a estudiar. El acceso a este derecho resulta ser oneroso para las familias que viven en el límite de la sobrevivencia. Lo prioritario es acceder a la alimentación, sin embargo este derecho no se obtiene en La Montaña, se logra fuera del estado y muchas de las veces fuera del país. Para poder comer se tiene que recorrer mas de 600 kilómetros para satisfacer esta necesidad trabajando como jornalero agrícola. Después de esa osadía que implica maltratados, engaños y múltiples abusos, se puede pensar en que los hijos aspiren a estudiar, una realidad que no llega a cumplirse porque desde muy temprana edad los niños se ven obligados a ser parte del sustento familiar y de los roles o cargos que la comunidad les demanda.

Lo grave y complejo de la problemática migratoria es que no solo afecta a los adultos o padres de familia, sino que involucra a los niños, jóvenes, madres de familia y abuelos que tienen que desplazarse a los campos agrícolas para poder comer frijoles y tortillas. Este fenómeno trastoca la vida comunitaria, transforma los roles familiares, desestructura los sistemas de organización social y pone en riesgo la vida de cada familia y la de los pueblos indígenas.

Mientras tanto, las autoridades estatales y federales siguen siendo los espectadores de este drama y se limitan a ser los agentes externos que se reducen a contabilizar a la población jornalera y a paliar sus múltiples necesidades con despensas y primeros auxilios. Hay una gran ausencia de las instituciones y lo peor de todo, vemos muchas reticencias de las autoridades para involucrarse seriamente en la diversidad de problemáticas que enfrentan los jornaleros agrícolas del estado de Guerrero. A nivel estatal no existe una estrategia clara de cómo atender las demandas básicas de la población jornalera, tampoco se tiene contemplado algún presupuesto que se oriente a brindar apoyos económicos a situaciones de emergencia y a casos difíciles que ameriten la atención comprometida de las instituciones.

Este trabajo es producto del acompañamiento y la atención comprometida que como organismo no gubernamental realizamos con la población indígena de La Montaña, que en su mayoría se desempeña como jornalera agrícola. En nuestros registros sobresale el hecho de que la totalidad de las personas que solicitan nuestros servicios, se han enrolado como jornaleros agrícolas. Se declaran como trabajadores del campo que no cuentan con un ingreso por la labor realizada. Son personas que nunca han tenido un empleo fijo, su único ingreso en la vida ha sido como jornalero agrícola, que al pasar de los años se constata que es un trabajo sin futuro.

Es solo un paliativo para la sobrevivencia, significa el alargamiento de la vida en condiciones inhumanas, es el atisbo de la esperanza de los olvidados de La Montaña. Es al fin de cuentas un gran sacrificio en el despeñadero de la globalización.

Información difundida por el Área de Comunicación y Visibilidad de Cencos



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