martes, 24 de enero de 2012

DE PML A SRE

Guerra fría o sucia



Autor: porfirio_munoz_ledo






Insólita la ausencia el jueves por la noche, durante la sobria
celebración del 53 aniversario de la Revolución Cubana, de
funcionarios del gobierno federal —ni un oficial de protocolo—. Hubo
en cambio una nutrida concurrencia del cuerpo diplomático y de
personalidades mexicanas solidarias. Me tocó ser el único
representante del Estado mexicano en la ceremonia, como presidente de
la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados. Ha
sido recurrente la escasa atención que presta el gobierno a los actos
organizados por las embajadas, pero ahora se añade una selectividad
determinada por el paladar panista de las dos últimas
administraciones, inducidas por la Cancillería en el sexenio pasado y
ahora sólo con su complicidad. Habida cuenta de la trascendencia de
nuestras relaciones con Cuba, me parece un error de envergadura. Al
tiempo que se cacarea una apertura estratégica hacia la región
Asia-Pacífico me parece también
significativo el silencio de la Cancillería en el deceso del
dirigente norcoreano Kim Jong-il, a pesar de que mantenemos relaciones
diplomáticas regulares con ese régimen y de que nos hayamos sumado al
minuto de silencio que le tributó la Asamblea General de las Naciones
Unidas. Se olvidó que apenas el 14 de abril de 2008 el gobierno de
los Estados Unidos Mexicanos y el gobierno de la República Democrática
Popular de Corea celebraron un Convenio de Cooperación Educativa y
Cultural con el propósito de “profundizar el conocimiento mutuo entre
ambas partes” que incluye la participación de organizaciones no
gubernamentales. Tal incongruencia hace pensar en que la operación
emprendida hacia el Pacífico (Arco Pacífico Latinoamericano) es una
prolongación de estrategia norteamericana para establecer un
contrapeso al poderío de la República Popular China. No otra cosa
sugiere la opción arbitraria de los participantes por América
Latina: México, Colombia, Perú y Chile, con exclusión de Guatemala,
El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y el Ecuador. No existe
una Doctrina Estrada de las condolencias; esto es, que sin necesidad
de pronunciarnos sobre el reconocimiento de los gobiernos les demos
trato diferencial por conveniencias circunstanciales o por un juicio
implícito sobre sus sistemas políticos o su comportamiento
internacional. Se omite que mantenemos relaciones cordiales con otros
Estados socialistas, con algunos imperialistas y hasta con un Estado
teocrático: el Vaticano. Nos obligan en política exterior, según el
artículo 89 constitucional, principios fundamentales como la igualdad
jurídica de los Estados, la autodeterminación de los pueblos y la
solución pacífica de las controversias, independientemente de nuestros
votos en los organismos multilaterales. De otro modo cometeríamos
groserías diplomáticas con Estados Unidos por sus continuas
agresiones a otros Estados —sin olvidar el inicio de la guerra fría
con la bárbara intervención en Corea, acompañada de amenaza nuclear.
No tenemos ninguna controversia con Corea del Norte y abogamos por una
convivencia pacífica y cooperativa en la península. Para ello es
menester reforzar y equilibrar nuestras relaciones con los países
involucrados. En esa lógica habría que contemplar el gesto del Partido
del Trabajo al enviar la condolencia a un partido cercano, que
sospechosamente ha sido deformada y vilipendiada en una orquestación
de “líderes de opinión” de toda laya y actores políticos interesados.
Con falsas razones y desmedrados argumentos la crítica se ha hecho
extensiva a los legisladores del grupo parlamentario, a la Coalición
progresista y a su dirigente, Andrés Manuel López Obrador. Como sobre
un clavo ardiendo montan una campaña de descrédito a partir de una
condolencia cuyo tono obedece a una relación
interpartidaria y cuya oportunidad vino a suplir la omisión del
gobierno. Réplica frustrada de la analogía con Hugo Chávez del 2006.
Incurren en la falacia de atribuirnos un programa ficticio de gobierno
fundado en “un Estado rector de la economía y la sociedad”, partidario
de un “nacionalismo defensivo asociado a soberanías en desuso”. Los
deturpadores, que tampoco leen, vienen a homologarse así en la corte
de su candidato. A ellos los acogerá no obstante la república amorosa.
Diputado federal por el PT

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