lunes, 15 de febrero de 2016

COLABORADOR DE LA HORA DEL MIGRANTE: FC, 2 AÑOS

Se cumplen dos años sin el escritor mexicano Federico Campbell Quiroz 1941-2014



Ne Obliviscaris

Federico Campbell: Dos años de la muerte del escritor tijuanense

Por Eduardo Flores Campbell

El sábado 15 de febrero de 2014 se abrió en Brasil la primera tienda oficial de Apple en Latinoamérica, ese mismo día,  la  cadena Netflix lanzó la segunda temporada de su serie House of cards,  y  por la tarde, en Gelati 25 delegación Miguel Hidalgo de Ciudad de México,  en el hospital Ángles Mocel,  a las 5:20 pm falleció el escritor y periodista tijuanense Federico Campbell. Les digo esto porque Apple y House of cards fueron temas recurrentes de Campbell, y muy presentes en las últimas platicas que sostuvimos. En mi opinión, creo que él partió un poco antes, la noche del viernes 14 de febrero, día del amor y  la amistad,  y también, día que se celebra al  telegrafista en nuestro país.
La noticia de su muerte, golpeó los encabezados de los diarios de circulación nacional y acaparó las primeras planas de los periódicos de su ciudad natal Tijuana. Los medios de comunicación, habían dado seguimiento puntual a su condición médica desde que ingresó al hospital un par de semanas antes. Entre semblanzas y citas de  destacados escritores, amigos y colegas periodistas,  se destacaba  que fue un hombre inquisitivo, congruente, caminante, generoso, ético, crítico del poder y la criminalidad  quien seguido se cuestionaba si su escritura servía a alguien o para algo, pues decía que en este país uno puede denunciar todo y nunca pasa nada.  
Fue un largo recorrido de cuando un joven inquieto salió de Tijuana, a los 14 años, y se encamino a un viaje al internado en Hermosillo, Sonora. Casi sesenta años de andanzas por todo el mundo, en el periodismo, el ensayo, la literatura, que culminaron con su última presentación en público, en una conferencia sobre Juan Rulfo, la noche del 24 de enero de 2014, en la sala Carlos Monsiváis del Centro Cultural Tijuana, cerrando el círculo. A los 72, Federico había vivido lo suficiente para recordar que empezó a escribir en una máquina portátil que le regaló su madre y que continuó haciéndolo el tiempo suficiente para ver que las personas revisaban las noticias o disfrutaban de los libros en dispositivos electrónicos móviles que cargaban en su mochila o en el bolsillo.
A pesar de su enfermedad y después su muerte, estas no afectaron el trabajo que con el editor Martín Solares venía  realizando desde el último cuatrimestre 2013, un mes y medio antes, en diciembre, Campbell le había entregado el manuscrito del libro de ensayos "La era de la criminalidad". Gracias al escritor Vicente Alfonso, algo parecido sucedió con la nueva edición de "Pretexta o El Cronista Enmascarado", así que para antes de acabara 2014 o de su primer aniversario luctuoso, salieron de las imprentas cinco libros:" La era de la criminalidad"(FCE), "Padre y Memoria" (Océano), "Regreso a casa o Nuestro retorno a Ítaca"  (coedición  Conaculta / Cecut) , "Pretexta o el Cronista Enmascarado" (FCE) y gracias a la traductora Elena Trapanese, "La memoria di Sciascia" (Impermedium Libri). Aquí vale recordar lo que dice Juan Villoro en el prólogo de la novela Transpeninsular (Ediciones B, 2015):"Editar es un heroísmo que depende de complicidades". Algo que aprendió Federico Campbell muy joven.
Tuve la suerte de conocer al escritor Federico Campbell en circunstancias muy favorables: era mi tío, hermano de mi madre, Sarina Campbell. Narrar a ustedes sobre lo que conviví con Federico toda una vida,  o una crónica de su última visita a Tijuana (del 20 al 27 de enero de 2014) creo no sería muy diferente al anecdotario de cualquier familia local, digo, cuando nos visitan de fuera de la ciudad. Quizás Lacma en lugar de Disneylandia o la tienda de excedentes militares en San Diego en lugar del centro comercial de Mission Valley, más seguro la hamburguesa y la ensalada Caesar´s serían las mismas.
 "Así no se come la pasta en Italia, mira te voy a enseñar"  me dijo a mediados de los años setenta mientras enrollaba su tenedor en uno de los salones del Giuseppis boulevard, bueno, nos dijo, más creo que fui el único que entonces puso atención. "¿Por qué se llama El nombre de la rosa?" Preguntó poco tiempo después de haberme enviado el libro a mediados de los años ochenta. Me aventé 600 páginas en dos días y medio, hace treinta años, y todavía no lo sé. ¿Será porque es el único misterio que al final queda pendiente de resolver? ¿El nombre de la joven? Así era el tío Federico. Hoy entiendo que ni Umberto Eco lo sabe con exactitud. Antes, a los 15, cuando vivía solo con mi hermano Jesús, en la colonia Las Brisas, había leído Adiós a las armas de Ernest Hemmingway. Ahí constantemente llegaban libros por correo. Ahí el tío preguntó sobre metáforas de hormigas quemadas o ambulancias bajando una montaña. Recuerdo  que a los 18, en las treinta y seis horas que hacia el Tres Estrellas de Tijuana a Guadalajara leí La línea de sombra de Joseph Conrad y muchos otros, todos gracias al él. ¿Cómo olvidarlo?
Aunque el tío no me enseño a leer, me acercó desde niño a la buena literatura, a usar las neuronas, a hacer conexiones. Me apoyo incondicionalmente sin juzgarme; siempre con un libro, la recomendación de una película o buena música, valor agregado eran sus comentarios, todo un lujo. Creo para mí, como para muchos, Federico Campbell fue tío, amigo, mentor, padre, hermano y definitivamente un gran cómplice. Aquí estoy yo, a dos años de su muerte, extendiéndome de nuevo, brincando de libro en libro y de recuerdo en recuerdo a lo Tarantino. Así, cuatro días después de despedirlo junto a Jorge Conde, aquella tarde del lunes 27 en el andén del Centro Cultural Tijuana, tomé una maleta, el último libro de Vargas Llosa (que desde entonces no puedo terminar de leer) y un vuelo nocturno. Acababa de amanecer cuando llegue el sábado 1 de febrero al quinto piso del Hospital, al área de terapia intensiva, donde había varios casos confirmados de influenza AH1N1.
A veces, a los seres humanos nos hermana la tragedia. Ahí estaba tras el vidrio transparente, dormido, como en papel celofán que cubre los libros nuevos. Más tarde, ahí junto a él estaban Beatriz Aldaco, Vicente Alfonso, Rosina Conde, Titi Mendoza, Federico su hijo, y Carmen su esposa. Los siguientes tres días pase la mayor parte del tiempo en la sala de espera. De día aquello era muy incomodo, de noche era más difícil. "¿Familiares de fulanito o zutanito?", son palabras que no deseas escuchar. En las madrugadas no salen buenas noticias del área de terapia intensiva. Además, no podías ni estornudar, cualquier alergia te podía costar el exilio, el pasar la noche en el pasillo, era la paranoia de un ataque del virus de la influenza AH1N1.
Regrese a Tijuana la noche del 3 de febrero, aunque no por mucho tiempo, diez días después, el jueves 13, estaba de nuevo en el Hospital con la idea de despedirme, algo me decía que ese era el fin del camino para el tío Federico. El viernes 14, después de muchos días que ni pa´lante ni pa´tras, en la noche el doctor nos dio una pequeña buena noticia. Aquella noche decidimos relajarnos un poco, el respiro autónomo del tío fue literalmente una bocanada de aire fresco llena de esperanza. Aquella noche, después de cenar, Carmen me mostró un pequeño juego de luces, como de discoteca, que hacía poco tiempo habían comprado en el mercado. Las paredes de la sala se iluminaron con figuras multicolores, dadas las circunstancias de las últimas semanas, nos fuimos a dormir más tranquilos.
Alguna vez leí que después de 50 años, muchos recordaban exactamente el momento en que se enteraron del asesinato de Kennedy, que tenían  grabado a detalle lo que estaban haciendo cuando escucharon la noticia. ¿Cómo podrían olvidarlo? Imagino, igual sucede con la muerte de Lady Diana o Colosio. El sábado 15 de febrero de 2014 me levanté muy temprano, después de un buen baño y un apurado café tome un taxi que me llevo al Hospital Mocel. Debió haber sido como a las 8:30 am cuando llegué al cuarto donde un artista, del que ahora no recuerdo el nombre, me paso la estafeta. Gracias a Carmen, se había conseguido una habitación. Un gran grupo de amigos se había sumado a pasar las noches al pendiente de Federico. Sobre una pequeña mesa, había un calendario donde estaban anotados los nombres, por lo menos las siguientes dos semanas ya estaban cubiertas en la agenda.
Entonces sonó el teléfono, "familiares de Federico Campbell, por favor preséntense en el área de terapia intensiva". Estaba colgando cuando apareció mi primo Federico. Algunos doctores tienen una manera muy complicada de explicar las situaciones. Resulta que le habían encontrado algo de sangre en el tubo del respirador…Federico no parecía entender la explicación. La doctora pedía permiso para hacer un encefalograma. Pregunté ¿Qué pueden encontrar? Un derrame, contesto la doctora  "Por favor no se vayan, su doctor vendrá pronto."
La buena vibra, el apoyo y la solidaridad llego de todas partes del país y de Europa. Por otro lado, en Tijuana, había quien se desvivía por mantener en redes sociales en tiempo real lo que estaba sucediendo, pensé que no era momento de protagonismos y deje de contestar mi teléfono. Ya había informado a mis jefes los ocurrido, cualquier otra cosa, la podrían hablar conmigo después. El embate de algunos en facebook, con su insensible "Los Campbell mal y de malas",  me recordaba aquel artículo que Javier Marías publicó en El País, a sus "Ladrones de cenizas". Supongo que por eso, en parte, me abstuve de participar, para mí los únicos de la familia que podían hablar eran su esposa, su hijo y sus hermanas. Como dice mi amigo Felipe, "el horror, el horror", probablemente citando al renegado Coronel Kurtz, para mi vino después, a mi regreso a casa.
El tío Federico tuvo una gran vida, el suyo es un gran legado, solo lamento que los libros que mencione están frente a mí sin firma, sin dedicatoria, sin la caricatura de su autorretrato, a lo que ya me había acostumbrado. Gracias a él estoy consciente que quizás algunos detalles que comento no sucedieron exactamente como yo los describo, pero sí muy son fieles a como yo los recuerdo. El día de hoy, una vez más las redes sociales hablan del estreno de House of cards, cuarta temporada. Y yo, sigo pensando que los productos de Apple por más buenos que sean causan algún tipo de adicción, o en el peor de los casos fanatismo.
"Para acabar pronto; no podríamos vivir ni pensar sin memoria," solía decir el tío cuando hablaba de uno de sus temas favoritos, que está presente tácita o implícitamente en la mayor parte de su obra. Por eso, también es un dato curioso que NE OBLIVISCARIS (No olvidar en latín) reza el escudo de armas del Clan Campbell. No tío Federico,  nosotros no te olvidamos.
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  México, 14 Feb (Notimex).- A dos años de fallecido, el escritor y periodista mexicano Federico Campbell es recordado como el autor que puso al norte de vuelta en el centro, testigo de ello es su novela "Transpenínsular", que recién fue reeditada en este país.
  Y es que antes de Federico Campbell, pocos habían escrito del norte y del narcotráfico con tan directa observación, sensibilidad y crítica como lo hizo él, a través de una vasta colección novelística y documental que enlista obras como la citada, así como "Pretexta" y "La clave Morse".
  Federico Campbell nació en Tijuana, Baja California, el 1 de julio de 1941. De su juventud en el norte puede deducirse más por sus novelas que por datos biográficos, ha dicho el escritor Elmer Mendoza, quien es considerado, por cierto, hijo literario de Campbell.
  Aunque sus estudios en Derecho y Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México quedaron inconclusos, Federico estudió periodismo en el Macallester Collegue en Minnesota (EUA).
  Su vocación periodística fue ejercida como reportero y articulista en distintos semanarios y periódicos mexicanos, además de que fue corresponsal de la Agencia Mexicana de Noticias en Washington en 1969.
  Elmer Mendoza es sólo uno de los autores que ha escrito sobre Campbell, reconociéndolo como un profesional que "ejerció un periodismo distinto, de penetración, de ideas, un periodismo que no daba margen a equivocarse.
  "No era una interpretación sobre asuntos triviales de nuestro país, e incluía una interpretación de lo que es ser mexicano y las debilidades de los mexicanos, sobre todo las que tienen que ver con la generación de la violencia", ha dicho el autor de "El amante de Janis Joplin".
  En sus prosas, ensayos, cuentos y recopilaciones "hay ficción con muchos elementos de la vida real, y también textos donde la ficción está a cargo del lector", añade Mendoza.
  Por su parte, Leobardo Sarabia Quiroz, en la nota introductoria que escribió al Material de Lectura sobre Federico Campbell, lo señala como un periodista que escribió sobre la historia oculta del país: aquella que tiene que ver con el narcotráfico, los cacicazgos políticos y regionales, el centralismo y las distintas literaturas que emergían fuera de la ciudad.
  No sólo en artículos, críticas y reportajes, su faceta de literato ahondó en las mismas temáticas recurriendo a la memoria y a la autobiografía para construir historias melancólicas, pero fielmente realistas.
  Javier Aranda Luna, periodista cultural especializado en literatura, ha dicho que la importancia de Federico Campbell radica en que "nos propuso nuevas formas para leer la frontera", ya que en sus textos presentaba paisajes muy poco conocidos del norte de México.
  La frontera, sus desiertos, el espejismo de la soledad y la lejanía de Tijuana fueron fuente inagotable de inspiración para el autor, que además fue de los primeros en acercarse a la delincuencia y el narcotráfico a través de la escritura.
  De acuerdo con la Secretaría de Cultura federal, Federico Campbell aclaraba que tenía un enorme interés por las relaciones entre crimen y poder, porque decía, el crimen organizado es, en el fondo, un fenómeno de relación con el poder establecido.
  A la par de su ejercicio periodístico, Campbell se dedicó a la traducción de importantes autores como  William Shakespeare, Harold Pinter, David Mamet y Leonardo Sciascia.
  En 1977 fundó la editorial "La Máquina de Escribir" que dio cabida a una generación de jóvenes escritores que incluyeron a Carmen Boullosa, Juan Villoro, Antonio del Toro, Coral Bracho y Fabio Morábito.
  Tras su muerte se le han rendido varios homenajes a su trayectoria y legado, entre los más sentidos, uno en el Cecut de Tijuana, encabezado por su viuda Carmen Gaitán; el otro, justo hace un año en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, de la capital mexicana, a cargo de los escritores Margo Glantz y Juan Villoro.

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SABADO 20 FEBRERO 6PM CASA CULTURA CIUDAD DEL CARMEN CAMPECHE SE PRESENTA EL LIBRO "REFORMA DEL SAQUEO" (PEMEX) EDITORIAL PROCESO, CON TEXTO DE FC
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http://www.vanguardia.com.mx/articulo/cuatro-obras-para-conocer-campbell

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